5 de diciembre de 2009

Con uñas y dientes, como las fieras.


Colaboración de: Antonieta B. de De Hoyos

Con motivo de Adviento la conciencia humana sin distinción y a veces hasta sin desearlo, hace un alto en su cotidianidad para pensar en lo que hizo y dejó de hacer durante este año que está a punto de terminar. Espacio de soledad, de recogimiento que nos conduce a aceptar la responsabilidad que ejercimos en cada uno de nuestros actos, y las consecuencias que estos acarrearon en el futuro propio y de los que me rodean. Desafortunadamente el grosor de la gente se deja llevar por la comercialización agresiva de la época navideña, se estaciona en lo material, en lo terreno, se queda al ras del suelo, se interesa y ocupa de todo aquello que le proporcione alegría a través de los sentidos, cosas que pueden adquirirse a la buena o a la mala, por ejemplo; un auto, una casa, dinero, mucha comida, ropa, joyas, familia, nivel social, laboral, en fin, riqueza que en cuestión de segundos, puede dejar de pertenecernos.

Educambiente, agrupaciones ambientalistas y ecologistas no gubernamentales, tenemos como finalidad primordial, el hacer ver a la ciudadanía lo apremiante que es unir fuerzas, redoblar esfuerzos, en pro de la conservación integral del medio ambiente. Solo respirando aire exento de contaminación, preservando el agua, cultivando parcelas, consumiendo hortalizas y frutas de la región, evitando el uso de pesticidas y criando animalitos de granja sin aplicarles hormonas de crecimiento; lograremos disfrutar de la calidad de vida que merecemos, sin el constante miedo a sufrir enfermedades contagiosas, discapacitantes y terminales, tan difundidas en la sociedad actual. Tenemos que entender y aprender que nuestra mayor riqueza proviene de la naturaleza, que es- aunque a muchos les cueste aceptarlo- la manera en que Dios asegura de antemano la saludable existencia a cada una de sus criaturas; que la Tierra, es el único lugar que tenemos para vivir, que debemos defenderlo con uñas y dientes como lo hacen las fieras con su hábitat.

Por eso, cuando veo en la televisión o internet, empresarios y personajes de la alta esfera política ya sea a nivel local, nacional e internacional protagonizando el corte del clásico listón que da por inaugurado un bello edificio, a veces de tamaño descomunal como los erigidos en Dubai, paraíso árabe o, una portentosa carretera de varios carriles, hasta un increíble puente colgante, no me queda más que desear dos cosas:

Una, que haya sido construido para beneficio de todos: los que tienen dinero para pagar esas comodidades y los que prestan sus servicios en esos sitios de lujo para llevar el sustento a casa. Dos, que los materiales utilizados no hayan dejado en el lugar de donde fueron extraídos: muerte, enfermedad y desolación.

A lo mejor a las grandes potencias, a los multimillonarios empresarios y a los políticos de moda esto les tenga sin cuidado, pero lo cierto es que mientras esté en las manos de uno, las tuyas o las mías, el despertar la conciencia cristiana y ambientalista, cuando menos en el lugar donde vives, ten por seguro que tu generosa labor no será en vano.

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