Colaboración especial de: German Dehesa
No entiendo. De todos los modos y por todos los medios nos dicen que ahora sí ya nos llegó el momento del ahorro, de la austeridad y de defender como perros cada peso que ingrese a nuestras casi desiertas arcas.
Eso está muy bien, aunque para avisarnos de ello, el Gobierno haya tenido que costear (con nuestra lana) una onerosa campaña de medios que, bien pensado, no tendría que costarnos nada si los medios fueran obligados, con la ley en la mano, a apoyar las campañas que el Gobierno crea oportunas para servir y orientar a la ciudadanía. Esto no sucede así y, como les digo, el supuestamente austero Gobierno tiene que pagar la mayoría de sus campañas.
La última, la que me trae con el hígado encebollado, es una que los diputados tendrían que estar pagando con dinero de su bolsillo que, por cierto, alguna vez también fue nuestro (el dinero, no el bolsillo). En ésta aparece un mozalbete que se adivina vigorosamente lelo. Tan lo es que, ignorante por lo visto de todo, tiene que recurrir a una robusta señora para que lo saque de una de sus múltiples y variadas dudas que, probablemente por otras razones, también nos ha visitado en algún momento de nuestra vida.
El caso es que este jovenazo no sabe qué son los diputados, pero también ignora quiénes son y para qué sirven. La robusta con mucha diligencia le despejará al chicuelo esta duda fundamental y ya con esto resuelto, sólo le quedarán algunas dudas menores acerca del sentido de la existencia, la presencia o ausencia de Dios, el escándalo de la muerte, la calificación de las Chivas (ya sabrán quién me está obligando a incluir esta pregunta que, en realidad, no inquieta ni le importa a nadie), el origen del mal y la huidiza definición del ser mexicano.
Las respuestas de la robusta en torno de lo que significa en México ser diputado son todas ellas trampeadas, demagógicas y carentes de un verdadero sustento real.
Según la susodicha robusta que tiene marcado tipo de directora de la Secundaria Mixta por Cooperación "El Niño Artillero", los diputados son casi los espíritus tutelares de la nación mexicana. Fuertes, audaces y valientes los diputados son elegidos por la ciudadanía mediante un proceso democrático de cuya existencia me permito dudar apoyado en una razón muy simple: no puedo elegir a quien no conozco, ni sé a qué le tira, ni sé qué armas porta, ni en qué equipo picha.
Los que votamos en el caso de los diputados votamos por instrumentos: a lo mejor pertenecen al partido de nuestras simpatías, a lo mejor está casado con la hermana de una concuña de mi Tía Gelitos, o a lo mejor tiene un nombre como Homobono Tachuelín que nos hace gracia y/o nos inspira confianza; pero en ninguno de estos casos se puede hablar de plena democracia.
Prosigue la educación cívica del imberbe sujeto quien es informado de que los diputados "nos representan". ¿Y cómo?, pregunta el joven quien recibe rápida y falaz respuesta. Corte a interior de San Lázaro. Más guayabazos y fin del mensaje.
Pregunta: ¿hasta cuándo financiaremos estas estupideces? Si el Gobierno cumple, lo notaremos en nuestra vida diaria; si incumple, ¿para qué se publicita?
¿Qué tal durmió? MDCLXV (1665)
Por favor, no le crean nada al reverendo predicador Manlio Fabio Beltrones.
Cualquier correspondencia con esta columna que no conoce a su diputado, favor de dirigirla a dehesagerman@gmail.com (D.R.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario