Colaboración Especial de Antonieta B. de De Hoyos
El mes de mayo es el tiempo en el que los católicos, veneramos con más ímpetu a la Virgen María, festejamos a las madres biológicas y recordamos a las fallecidas. También es costumbre que al atardecer durante estas cuatro semanas, las mujeres adultas de la familia lleven a sus niñas al templo para que, con profunda devoción ofrezcan sus cantos, rezos y flores a la Madre de Dios.
En mi época infantil este mes era el elegido para que las niñas hicieran su primera comunión, mientras los niños en Junio la consagraban al Sagrado Corazón de Jesús. Pero lo que realmente me impactó, fue el darme cuenta de la importancia que toma durante este mes el tradicional rezo del Ángelus. Por supuesto que lo conozco, que lo he rezado muchas veces, que participé en una grabación radiofónica personificando la voz de María y, que me emociona hasta las lágrimas cada vez que lo escucho. Esta es una salutación a la Virgen que en aquella ocasión, fue interpretada por el Padre Sabino Gómez de manera magistral.
El Ángelus, es la Anunciación. “Cuando el ángel del Señor anunció a María. Y ella concibió por Obra del Espíritu Santo”, es el momento de fe culminante en la vida de María. “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”, es el SI definitivo que ella da a Dios, “Y el verbo se hizo carne. Y habitó entre nosotros”, esta es nuestra fe.
México es un país privilegiado, es el cuerno de la abundancia que tanto admiró y describió en sus libros el naturalista alemán Alejandro Von Humboldt, quien además de la riqueza en el subsuelo, mares, flora y fauna; encontró en sus habitantes un espíritu de lucha inquebrantable.
Por descuido, ignorancia, negligencia o lo que sea, nuestra sociedad ha perdido la serenidad, la armonía, la fraternidad. Los hogares y las calles se violentan, las enfermedades y la muerte son noticias de primera plana. La desconfianza aumenta, la desesperanza paraliza, los por qué y para qué, aniquilan el futuro. En la crisis, en la depresión colectiva o en la desvalorización personal, no hay nada mejor que la oración. Hablar con Dios revitaliza el organismo, aclara la mente, hace que el corazón vuelva a latir al ritmo del amor.
Es costumbre que en algunas parroquias se toque o se rece el ángelus antes de iniciar la misa del mediodía. Son tres campanadas espaciadas que permiten rezar los tres versículos, cada uno con un avemaría y la oración final. Enseguida nueve campanadas que dan marco a los tres Gloria Pater, (Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo). Lo esencial es, que estés donde estés, dejes de lado todo temor, te confíes y encomiendes a Dios a tus seres queridos. Si tu vida mejora, sé feliz y agradécelo. Si no cambia o acaso empeora, sé feliz también, porque ahora ya no estás solo.
Antonieta B. de De Hoyos Mayo 7/ 09
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