Por: Antonieta B. de De Hoyos
A principios de mayo sufrí un accidente casero. Me fracturé el dedo meñique del pie derecho, dañándome también el menisco interior y exterior de mi rodilla derecha.
Consulté varios médicos especialistas y todos coincidieron en que se había rasgado el menisco y que para sanarlo se requería de una operación sencilla que les permitiera introducir los instrumentos para coser lo desgarrado. El problema no era la resonancia magnética ni la intervención, sino el riesgo que se corre al aplicar la anestesia local.
Por esa razón me animé a buscar ayuda en la medicina alternativa, forma de curación que adopté desde hace varios años. Esta vez el elegido fue “Frans”, lo avalaba su gran experiencia y su inquebrantable fe en el poder de la oración.
En la primera sesión de masaje, intentó regresar el músculo distendido a su estado original, los dos goteros con las micro dosis, calmarían mi dolor y disminuirían lo inflamado. Además me entregó dos hojas de papel impresas, una con las instrucciones y otra con la oración sanadora.
Llegando a casa tomé las gotitas, apliqué un ungüento sobre mi rodilla y la cubrí, pero la hoja de la oración la dejé olvidada sobre la mesita de noche. Pasaron casi cuatro semanas y el dolor no cedía, tan solo se alternaba; un día sí y otro no, una noche tranquila y otra sufriendo agudas punzadas que interrumpían mi sueño. Me molestaba no poder caminar con seguridad, me daba miedo lastimarme de nuevo.
Un domingo mientras untaba el ungüento en mi rodilla, me di cuenta de que sobre la mesita de noche estaba la hojita con la oración, la tomé y leí las recomendaciones. Había que leer despacio en voz alta y con la mayor devoción, cada una de las frases. Era de noche y no había nadie en casa, me pareció propicio leerla con toda la fe que guarda en mi alma. Pedí su ayuda, sin prisas, disfrutando cada una de las frases escritas…, dócilmente me fui entregando, hasta el final cuando dije “Amén”
Y así noche a noche haciendo oración, comencé a mejorar física y anímicamente; mi espíritu se fue renovando y mi cuerpo fortaleciendo para aceptar con serenidad, lo que estuviera por venir.
Por eso ahora además de rezar mi rosario de la Confianza, leo en voz alta esta bella oración en la que pido a Dios por mi salud, la de mis seres queridos y la de todos los enfermos del mundo. Cuando mencioné a mi hija lo acontecido, sin mayor preámbulo me contestó: “Abriste los canales de sanación al entregarte por medio de tu fe a Dios”.
Imagino que ésta es la esencia de la misa de sanación; es el estar ahí frente al Santísimo, en contacto directo con el Señor, es someternos con gozo a la voluntad divina.., pero siempre implorando su misericordia, a través de su Amado Hijo Jesucristo.
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