Por: Antonieta B. de De Hoyos
El día 28 de este caluroso mes de agosto, se celebra en nuestro país a los ancianos, no a los abuelos. Esta vez se festeja al hombre y a la mujer que entre penas y alegrías, éxitos y fracasos, ilusiones y decepciones, sigue adelante en su arduo caminar.
Pero primero que nada, conozcamos la diferencia entre anciano y viejo, después elijamos el rol que queremos seguir o que estamos siguiendo, porque ancianidad es antigüedad, calidad de antiguo, gran valor como persona; viejo, es un término ofensivo, insultante, que indica una categoría marchita o deteriorada del ser.
Los optimistas pensamos que es la mejor etapa de la vida, porque es en ella donde se ejercita la sabiduría adquirida con los años vividos, es la oportunidad que se tiene de ser uno mismo, de liberarse de la materia, para gozar de paz interior y de iluminación. Los ancianos pueden ir más allá de sus limitaciones físicas con gracia y dignidad, y hacer de estos últimos años la experiencia más feliz de su existencia.
La mayoría de las personas malgastamos la vida buscando una posición y metas a veces inalcanzables, convencidos de que los bienes materiales y la comodidad, son el único objetivo de vida; para después al obtenerlo, sentir un inmenso vacío y darnos cuenta de que la felicidad está en el servicio a los demás.
Hay muchos ancianos de edad muy avanzada que nunca son viejos, en sus miradas permanece el brillo juvenil que contagia y demuestra que envejecer no es perder todo, sino ganarle a la vida. Basta ver la cantidad de discapacitados de todo tipo, que han trascendido sus limitaciones y se han hecho famosos por eso. El cerebro empieza a decaer cuando el alma decae, cuando se renuncia a vivir se deja de ser. La gente egoísta huye de la ancianidad, creyendo que el joven o adulto nunca llegará a edad avanzada.
Porque solo llega a anciano con dignidad, aquel que ha aceptado el desafío de la vida y la ha vivido con fe; el anciano enferma cuando se aferra a las cosas y sufre por las pérdidas.
La sabiduría radica en ver la realidad con emociones moderadas y sinceras, en ser genuino, porque la ancianidad es la edad de la cultura, las viejas fórmulas no sirven es necesario inventar algo nuevo sin presiones de trabajo, ni de hijos. Los días que se viven son un nuevo comienzo, es la oportunidad de reverdecer, de hacer cosas que antes no se hacían por miedo al fracaso.
Hagamos oración cada amanecer y anochecer, pidamos a Dios las fuerzas necesarias para continuar firmes hasta su llamado, pero con alegría, pensando que vivir en cualquier etapa, es un privilegio, es una bendición.
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