Por: Antonieta B. de De Hoyos
En el folleto de Misión por la fraternidad, encontré el siguiente mensaje de adviento relacionado con el medio ambiente, que me pareció propicio adaptar y compartir.
En primer lugar nos indica que como habitantes de este planeta necesitamos encontrar lo más pronto posible el equilibrio espiritual. Estamos conscientes de que somos gotas de un mismo río, rayos del mismo sol, arena del mismo mar, semillas aliadas para cuidar el mundo. Por eso nosotros los adultos tenemos como especial misión, cumplir la ley de origen, la ley de la madre tierra y la ley espiritual, deberes que conducen a cuidar con mayor esmero a la naturaleza.
Para ello debemos estar convencidos de que la paz solo la conseguiremos, realizando acciones de vida no tan solo planearlas, dejando fuera de la problemática a la naturaleza, es necesario aprender de nuevo a vivir en acuerdo con todo lo que nos rodea.
Los seres pensantes tenemos la obligación de buscar ese equilibrio, de luchar por un planeta sin contaminación; meta que alcanzaremos si logramos descontaminar antes nuestro pensamiento.
Todos respiramos el aire, bebemos el agua y comemos los alimentos que produce la madre tierra, por eso no podemos apartarnos del camino, por el contrario urge que retomemos nuestra tarea de guardianes de la vida, cultivando buenos pensamientos que provoquen piadosos sentimientos que florezcan nuestro espíritu.
En la actualidad urgen palabras de fuerza que convenzan, pero también la unidad que nos conduzca al cambio, para que juntos podamos disfrutar de ríos por donde corran aguas cristalinas, árboles en donde se posen las aves que con sus trinos alegren la vida, pero sobre todo de gozar como antaño, aquellos atardeceres que brindaban paz y serenidad al corazón y al alma.
La grandeza humana se encuentra en su sencillez, en su humildad, en comprender que no se es dueño de nada, que solo somos una parte muy pequeña de la naturaleza. Es inaplazable el reflexionar, meditar, pensar, orar para pedir la iluminación al Ser Supremo, pues solo con su ayuda podremos volver a hacer las cosas responsablemente, evitando hasta lo imposible el dañar a la madre tierra.
Todo, y todos, tienen derechos y nosotros debemos salvaguardarlos, debemos cuidar y proteger los elementos principales como el aire, el agua, los alimentos y la tierra, para prolongar la vida de una piedra, de un árbol, de una serpiente, de una mosca, de los niños etc.
Tenemos que tejer en espíritu, tejer en pensamiento inmortal, tejer con manos pacificas, tejer como enseñaron las arañas y los abuelos, tejer el recuerdo de nuestra esencia. El tejido de la vida sólo es bello y puro cuando se teje lo que no se ve, cuando se teje meditando, para que la existencia no se acabe.
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