19 de diciembre de 2010

Esta navidad cambiemos, por favor.


Por: Antonieta B. de De Hoyos

Antes de empezar este articulo, medité y profundicé en el porqué lo escribiría, debía quedarme muy claro que no fuera la soberbia, la envidia, la ira o, algún otro de los siete pecados capitales, que cuando menos lo pensamos, aflora en el género humano.

También debí precisar el para qué, razón por la que utilicé los tres filtros: ¿No ofende? ¿Resulta beneficioso? ¿Será trascendente? Pero, quedaba otro último cuestionamiento, el más difícil quizás, el que detiene la pluma de muchos escritores; ¿cuánto daño me acarrearía en lo personal el divulgarlo?

En esta ocasión me refiero al uso excesivo de publicidad que en la actualidad contratan nuestros políticos y gobernantes. Pensando en ello retrocedo hasta la gestión de nuestro querido y añorado ex presidente Fox Quezada, iniciador de campañas televisivas que saturaron con su imagen, las pantallas caseras durante todo su mandato.

Aquí en casa, hace algunos años se popularizaron, entre el gremio político los anuncios espectaculares, las presentaciones personales en noticieros y en programas de entretenimiento de radio y televisión, la prensa no se quedó atrás, atiborró sus páginas con las fotos del gobernante o legislador en turno, federal, estatal o municipal.

Y como toda acción requiere innovación o pierde fuerza, alguien propuso folletos de muy buena calidad con ilustraciones de las obras realizadas y suplementos en los diarios y revistas.
Pero la visión de proyección fue más allá, era necesaria la exclusividad, solo el que tuviera la solvencia económica para cubrir estos onerosos gastos, podría tener acceso a esa maravillosa e imprescindible publicidad. Los menos pudientes, aunque trabajadores, no tuvieron acceso. Todos sabemos o calculamos, lo que cuesta un minuto en la radio y televisión y un espacio en la prensa.
Más lo que a mí me mueve al escribir este artículo, es mi pasión por el medio ambiente, hoy cualquier derroche es obsoleto. Nadie tiene derecho a contaminar con lo que se lee, tira y olvida.

Dice en la Biblia, que por sus obras se le conocerá; entonces para que preocuparse, dejemos que las obras hablen y empleemos ese dinero para ayudar a superar la pobreza extrema en los ejidos y márgenes de los pueblos y ciudades; tenemos miles de damnificados por los frentes fríos que azotan a la región y que por desgracia aun nos faltan muchos por llegar, urgen cobijas, tablas, láminas, viviendas, drenaje, alumbrado público, policías, limpieza urbana, agua potable, reforestación, apoyo al campo, educación en la cultura del medio ambiente y muchas cosas más, que podrían disminuir con el ahorro de esas cuotas.

Cuando el funcionario público vale como persona, no necesita pregonarlo, el pueblo lo siente cerca y lo respeta.

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