Por: Antonieta B. de De Hoyos
Ese nido es un hogar;
no lo rompas, no lo hieras:
sé bueno y deja a las fieras,
el vil placer de matar.
(Fragmento de El nido, de Juan de Dios Peza)
Cuando leí esta frase no la comprendí, empecé a entenderla cuando me introduje en el espacio de las noticias por televisión, en el momento en que presentaban la fotografía de dos personas muy conocidas. Uno en el ambiente periodístico, el otro en el narcotráfico. Este no fue un encuentro común, se había llevado a cabo en lo más recóndito de la selva mexicana. El entrevistador; periodista afamado de avanzada edad y el entrevistado: segundo “capo” más buscado. Por supuesto que esta fotografía escandalizó a funcionarios públicos integrantes de los tres poderes, nacionales: Legislativo, Ejecutivo y Judicial, al ámbito empresarial y a la ciudadanía en general. Y, aunque algunos apoyaron el atrevimiento, hubo otros que lo censuraron; lo curioso es que casi todos coincidieron en que tan especial evento dejaba de manifiesto el enorme poder que la mafia tiene sobre la prensa en México, hasta se atrevieron a pronosticar la ruina del país, asegurando que la lucha contra el narcotráfico estaba perdida.
Para mí, ese retrato, esa entrevista, ese acercamiento entre periodista y malhechor no significan nada, es más de lo mismo. Lo real, lo verdaderamente importante es que todos, sin importar nivel socio-económico estamos aterrorizados, angustiados, desesperados; sabemos que en cualquier momento podremos ser víctimas de un atraco, ingresar a la fatal estadística, pero lo que si nos hace perder la calma, es el que un ser querido sufra lo inmerecido.
Creo que ha llegado el momento de hacer un alto como sociedad y autoanalizarnos, pues solo así nos daremos cuenta de la manera en que hemos cambiado nuestras actividades trascendentes por otras más fáciles, divertidas pero intrascendentes. Por ejemplo: hoy nos preocupa más que los niños reciban información científica y tecnológica, que formarle su conciencia moral, enseñarle buenos hábitos e inculcarle la fe.
No podemos engañarnos, sabemos que en los cárteles de la droga se recluta gente muy joven y que la mayoría de ellos provienen de hogares disfuncionales en donde su espíritu fue destruido, su carácter deformado y silenciado para siempre sus nobles sentimientos.
¡Claro que tenemos la lucha perdida contra el narcotráfico!, como no la vamos a perder, si son las propias familias las que les ofrecen en charola de plata, el material humano que necesitan para mantenerse y propagarse. Por esta razón el número de adictos va en aumento, muchos buscan en las drogas una salida para sus frustraciones familiares y ciudadanas.
El síndrome de compra y diversión compulsiva dejó las casas vacías y repletos los comercios, antros y casinos de juego, hoy se trabaja en exceso para gastar y presumir de exitoso, pero no por apremiante necesidad. Los niños y adolescentes llevan tres décadas aprendiendo a superar el abandono parcial o total de los adultos, su soledad la hacen menos difícil con la televisión, la comida chatarra, los videos juegos, la computadora, el chat, las amistades corruptas y los malos ejemplos que cunden aquí y allá.
Urge calentar el nido, fortalecer física y espiritualmente a los hijos, sembrar en sus corazones el amor y la responsabilidad para que cuando crezcan sepan superar la adversidad sin ayuda de ninguna sustancia. Dejemos de condenar a otros por el daño que hacen, y ocupémonos de conservar nuestra familia unida, porque ningún éxito material valdrá la pena de su fracaso.
Ese nido es un hogar;
no lo rompas, no lo hieras:
sé bueno y deja a las fieras,
el vil placer de matar.
(Fragmento de El nido, de Juan de Dios Peza)
Cuando leí esta frase no la comprendí, empecé a entenderla cuando me introduje en el espacio de las noticias por televisión, en el momento en que presentaban la fotografía de dos personas muy conocidas. Uno en el ambiente periodístico, el otro en el narcotráfico. Este no fue un encuentro común, se había llevado a cabo en lo más recóndito de la selva mexicana. El entrevistador; periodista afamado de avanzada edad y el entrevistado: segundo “capo” más buscado. Por supuesto que esta fotografía escandalizó a funcionarios públicos integrantes de los tres poderes, nacionales: Legislativo, Ejecutivo y Judicial, al ámbito empresarial y a la ciudadanía en general. Y, aunque algunos apoyaron el atrevimiento, hubo otros que lo censuraron; lo curioso es que casi todos coincidieron en que tan especial evento dejaba de manifiesto el enorme poder que la mafia tiene sobre la prensa en México, hasta se atrevieron a pronosticar la ruina del país, asegurando que la lucha contra el narcotráfico estaba perdida.
Para mí, ese retrato, esa entrevista, ese acercamiento entre periodista y malhechor no significan nada, es más de lo mismo. Lo real, lo verdaderamente importante es que todos, sin importar nivel socio-económico estamos aterrorizados, angustiados, desesperados; sabemos que en cualquier momento podremos ser víctimas de un atraco, ingresar a la fatal estadística, pero lo que si nos hace perder la calma, es el que un ser querido sufra lo inmerecido.
Creo que ha llegado el momento de hacer un alto como sociedad y autoanalizarnos, pues solo así nos daremos cuenta de la manera en que hemos cambiado nuestras actividades trascendentes por otras más fáciles, divertidas pero intrascendentes. Por ejemplo: hoy nos preocupa más que los niños reciban información científica y tecnológica, que formarle su conciencia moral, enseñarle buenos hábitos e inculcarle la fe.
No podemos engañarnos, sabemos que en los cárteles de la droga se recluta gente muy joven y que la mayoría de ellos provienen de hogares disfuncionales en donde su espíritu fue destruido, su carácter deformado y silenciado para siempre sus nobles sentimientos.
¡Claro que tenemos la lucha perdida contra el narcotráfico!, como no la vamos a perder, si son las propias familias las que les ofrecen en charola de plata, el material humano que necesitan para mantenerse y propagarse. Por esta razón el número de adictos va en aumento, muchos buscan en las drogas una salida para sus frustraciones familiares y ciudadanas.
El síndrome de compra y diversión compulsiva dejó las casas vacías y repletos los comercios, antros y casinos de juego, hoy se trabaja en exceso para gastar y presumir de exitoso, pero no por apremiante necesidad. Los niños y adolescentes llevan tres décadas aprendiendo a superar el abandono parcial o total de los adultos, su soledad la hacen menos difícil con la televisión, la comida chatarra, los videos juegos, la computadora, el chat, las amistades corruptas y los malos ejemplos que cunden aquí y allá.
Urge calentar el nido, fortalecer física y espiritualmente a los hijos, sembrar en sus corazones el amor y la responsabilidad para que cuando crezcan sepan superar la adversidad sin ayuda de ninguna sustancia. Dejemos de condenar a otros por el daño que hacen, y ocupémonos de conservar nuestra familia unida, porque ningún éxito material valdrá la pena de su fracaso.
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