Son muchos años los que llevo estudiando a fondo, lo más a fondo que ellas me lo permiten, a la amenazante etnia de las mujeres. Una historia cultural como la nuestra, encabezada por el machismo abierto o soterrado que por fuerza, y la mayoría de las veces de mala manera, por siglos redujo a la mujer casi a una cosa más o menos útil que se encargaba de la producción niñícola, la sabiduría gastronómica, la pulcritud hogareña, las gordas en el comal, el tequilita a la mano del Tlatoani, los huevos estrellados ¡y con las yemas inmaculadas!, el arroz con chicharitos, las jarras de agua de limón, de jamaica, o de pepita de melón, el bistecito con papas, los frijolitos aguados o resecos, salsas molcajeteadas roja y verde, el dulce de zapote, las golosinas típicas y el cafecito de olla... ¡eso era vida!, decimos los hombres que alcanzamos a conocer ese paraíso perdido.
Ésas eran mujeres y no los ominosos seres que hoy tenemos, troquelados por el gimnasio, moldeados por cremitas reductoras y rehechos por los médicos que reviven su secreta y, a veces, irrefrenable vocación de ser el Dr. Frankenstein.
Con todo, es lo que hay y la transformación de la mujer nos ha permitido, por primera vez en la historia, tener compañeras, tener amigas, tener esposas que ejercen estos cargos en condiciones de plena igualdad. A mí me parece que ésa es la gran noticia que nos llega desde el siglo 20: por fin hay mujeres, mujeres, y el hombre puede descansar de su pose de Atlas con el mundo a cuestas. Sospecho, y la historia nos lo ha ido comprobando, que hay en la actualidad mujeres mucho más aptas que nosotros para estas tareas de ejercer un liderazgo, un cargo público, las tareas de gobierno y la responsabilidad de representar a todo un país. No es por nada, pero nos han salido buenas.
Yo miro a Xóchitl Gálvez, a Amalia García, a la acalambrante Betty Walls y a mi Viudita hermosa Josefina Vázquez Mota y siento que con ellas nos podría ir mucho mejor.
También las hay brutas y las hay rateras (¿o no, Elba Esther?), pero en general, la nómina que he señalado es de primera línea. Con una ventaja adicional: tenemos a un estelar reparto de mujeres que críticamente reflexionan sobre el poder: Denise Dresser, Carmen Aristegui, mi amiga "La Difícil" (con quien estoy "muy sentido"), Rossana Fuentes Berain, Sabina Berman, Denise Maerker y muchísimas mujeres más que a mí me indican que no nos iría nada mal con las mujeres en el Gobierno y en el ámbito de la comunicación (aquí es donde entra "La Ferrus").
Además existen ahora en mi país mujeres que tranquilamente se avienen a ser mujeres en plenitud y siguen centradas en el hogar, el marido y los hijos, pero ¡atención! lo hacen con una grandeza y dignidad inusitadas. Estoy pensando en una mujer que se llama Carmen Zuno Vda. de De la Fuente. Acaba de cumplir 80 años y eso me regocija enormemente. Ella tuvo entre 100 y 140 hijos y con la mayoría de ellos tengo buena amistad. Por ella lo que tengo es amor profundo: se la agradezco a la vida, ella es un regalo de Dios y una aromada figura que ha atravesado la vida, es también un cántaro de amor y yo y mi juventud fueron beneficiarios de ese hospitalario corazón. Y ya.
¿Qué tal durmió? MDCCXIX (1719)
MONTIEL.
Cualquier correspondencia con esta columna con aroma de mujer favor de dirigirla a dehesagerman@gmail.com (D.R.)
Ésas eran mujeres y no los ominosos seres que hoy tenemos, troquelados por el gimnasio, moldeados por cremitas reductoras y rehechos por los médicos que reviven su secreta y, a veces, irrefrenable vocación de ser el Dr. Frankenstein.
Con todo, es lo que hay y la transformación de la mujer nos ha permitido, por primera vez en la historia, tener compañeras, tener amigas, tener esposas que ejercen estos cargos en condiciones de plena igualdad. A mí me parece que ésa es la gran noticia que nos llega desde el siglo 20: por fin hay mujeres, mujeres, y el hombre puede descansar de su pose de Atlas con el mundo a cuestas. Sospecho, y la historia nos lo ha ido comprobando, que hay en la actualidad mujeres mucho más aptas que nosotros para estas tareas de ejercer un liderazgo, un cargo público, las tareas de gobierno y la responsabilidad de representar a todo un país. No es por nada, pero nos han salido buenas.
Yo miro a Xóchitl Gálvez, a Amalia García, a la acalambrante Betty Walls y a mi Viudita hermosa Josefina Vázquez Mota y siento que con ellas nos podría ir mucho mejor.
También las hay brutas y las hay rateras (¿o no, Elba Esther?), pero en general, la nómina que he señalado es de primera línea. Con una ventaja adicional: tenemos a un estelar reparto de mujeres que críticamente reflexionan sobre el poder: Denise Dresser, Carmen Aristegui, mi amiga "La Difícil" (con quien estoy "muy sentido"), Rossana Fuentes Berain, Sabina Berman, Denise Maerker y muchísimas mujeres más que a mí me indican que no nos iría nada mal con las mujeres en el Gobierno y en el ámbito de la comunicación (aquí es donde entra "La Ferrus").
Además existen ahora en mi país mujeres que tranquilamente se avienen a ser mujeres en plenitud y siguen centradas en el hogar, el marido y los hijos, pero ¡atención! lo hacen con una grandeza y dignidad inusitadas. Estoy pensando en una mujer que se llama Carmen Zuno Vda. de De la Fuente. Acaba de cumplir 80 años y eso me regocija enormemente. Ella tuvo entre 100 y 140 hijos y con la mayoría de ellos tengo buena amistad. Por ella lo que tengo es amor profundo: se la agradezco a la vida, ella es un regalo de Dios y una aromada figura que ha atravesado la vida, es también un cántaro de amor y yo y mi juventud fueron beneficiarios de ese hospitalario corazón. Y ya.
¿Qué tal durmió? MDCCXIX (1719)
MONTIEL.
Cualquier correspondencia con esta columna con aroma de mujer favor de dirigirla a dehesagerman@gmail.com (D.R.)
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