4 de enero de 2010

Los Buenos Deseos

Por: German Dehesa

En la última parte de su vasto trabajo narrativo, Charles Dickens gustaba mucho de titular sus obras con expresiones del tipo que yo estoy usando al encabezar este artículo. De hecho, yo tenía pensado titularlo "Great Expectations" como una de las novelas del citado autor casi indio, casi inglés, pero me decidí por titularlo "Los Buenos Deseos" porque, la verdad, un mexicano que vive en el calderonato, no está para hacerse grandes esperanzas; si acaso, el recién adquirido ímpetu navideño le dará para fabricar buenos deseos con sus correspondientes ilusiones.

Solicito al público lector que viene llegando de las playas que me permita detenerme aquí en el deleitoso asunto de las ilusiones. La palabra ilusión, indispensable para los mexicanos, viene del verbo latino ludere que equivale a jugar. Por esto considero tan importante el que mantengamos viva nuestra capacidad de ilusionarnos, puesto que es esta capacidad de juego (que implica el riesgo de ganar o perder) lo que mantiene vigente nuestra indispensable conexión con el niño que alguna vez fuimos. Esos adultos que declaran, como si con eso estuvieran poniéndose a la altura de Aristóteles, "yo ya no me hago ilusiones con respecto a nada". Yo comento: ¡ay, mis chulos!, pues qué avanzados están que ya pasaron por la muerte y ni cuenta se dieron. Afirmo, nomás por mis pistolas: el hombre es el animal que se ilusiona. Éste es nuestro natural terreno. Repetiré, sin embargo, las palabras de Lenin: tenemos derecho a soñar, siempre y cuando lo hagamos con toda seriedad y estemos dispuestos a trabajar todos los días en la realización de ese sueño. Ahí donde Lenin dice sueño podemos poner el concepto "ilusión" sin lastimar ni a la gramática, ni a la lógica.

Muy propio de estos primeros días de enero es llenarnos, cual si fuera colación, de buenos propósitos, de voluntades de enmienda y de radicales correcciones a nuestra conducta. Llegarán las aguas de marzo y diluirán y desaparecerán estas promesas que, en el momento de hacerlas, no eran falsas; lo que ocurrió es que no eran a prueba de tiempo. Entonces, lectora, lector querido, ahorrémonos todo ese numerito ("Ésta es la última copa que tomo en mi vida"... "De ahora en adelante, Camila, sólo tendré ojos para ti"... "Voy a hacer media hora diaria de ejercicio"). En lugar de estas payasadas que suelen durar cuando mucho una semana, podríamos alojar en nuestra alma unas cuantas ilusiones que le den rumbo a nuestra vida durante 2010.

Yo estoy lleno de ilusiones. Deseo fervorosamente que este año no tenga que alojarme en ningún hospital. Me ilusiona mantener vivos mis amores y enriquecerlos y adornarlos y conseguir más. Me ilusiona ser buen amigo de mis amigos y amigas y jamás escatimarme con ellos. Me ilusiona que los que están en el Gobierno, lo hagan lo mejor y más decentito que se pueda. Me ilusiona mi país, tan madreado como lo tenemos y me ilusiona la justicia. Me ilusiona la vida tan emocionante, tan sorpresiva como es y me ilusiona, por encima de todo, el amor de Dios con todos sus milagros cotidianos.

También ¡cómo no!, me ilusionas tú, lectora y lector querido, a cuya buena gracia me acojo y desde ahí, me lanzo a vivir.


¿Qué tal durmió? MDCCIII (1703)

Deseo que en 2010, MONTIEL reciba su merecido.

Cualquier correspondencia con esta ilusoria y quizá ilusa columna, favor de dirigirla a dehesagerman@gmail.com (D.R.)

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