22 de diciembre de 2009

Los Felices Mexicanos

Por: German Dehesa

El periódico REFORMA ha publicado un estudio acerca de la felicidad de los mexicanos. En él, afirma que aquí en la Ciudad de México, el 75 por ciento de sus habitantes confiesa con total cinismo que es francamente feliz, o ya de perdis "algo feliz". A mí nadie me aplicó la encuesta, así que me voy a permitir responderla.

Si a mí me hubieran preguntado, yo habría respondido que soy muy feliz y lo soy no porque en mi país los gobernantes se esmeren día y noche en la creación de condiciones que faciliten la felicidad de sus gobernados. De eso, nada.

Soy feliz a pesar de ellos y a pesar de una existencia en la que han menudeado los episodios adversos de toda índole. Para acabar pronto (como dijo el de la eyaculación precoz), ni siquiera estoy seguro de conocer, una por una, las causales de mi dicha, aunque varias sí las pueda discernir con nitidez.

Creo, por ejemplo, que un componente de mi felicidad es mi entera falta de avidez ante los bienes materiales. Nunca me ha urgido tener mucho y si bien conozco a un buen número de personas que tienen muchísimo, eso no me molesta. Puede molestarme su estupidez y cortedad de espíritu; en esas condiciones, los ataco, pero lo hago por un sentido de justicia y no busco, al hacerlo, una felicidad que de hecho ya poseo.

Me declaro como muy feliz porque la felicidad de los otros, lejos de ofenderme, me regocija y me contagia. Soy un gran usufructuario de los dones de mi prójimo y de mi especie. Yo inventé la vacuna contra la poliomielitis en compañía del Doctor Jonás Salk, fui asesor personal de Cervantes durante la redacción del "Quijote" y fui íntimo amigo de Héctor cuando tuvimos que defender Troya, aquella ciudad indefendible. Todo esto me ha hecho muy feliz.

Rechazo esa teoría que pusieron en boga las solteronas y las madres abnegadas que consiste en afirmar que la felicidad sólo se conoce por momentos, como si nuestro estado natural fuera vivir en medio de las friegas más espantosas (y miren que en México hay un amplísimo repertorio de "friegas espantosas"). Yo por experiencia creo en la felicidad como estado natural de los humanos y, si hay salud mental de por medio, creo también que todas nuestras capacidades y poderes tienden naturalmente a procurar y mantener este estado de felicidad.

En este orden de cosas, no creo que nuestra inteligencia, mucha o poca, tenga aplicación más digna que procurar la felicidad. Aquí me detengo a hacer una reflexión urgente: es un tanto cuanto estúpido suponer que la felicidad personal se obtiene al margen de los demás o, todavía peor, restándole a los demás sus oportunidades: una de las herramientas principales de la felicidad tiene que ser la generosidad y la tarea compartida.

Soy feliz como lombriz por ser mexicano, como lo son sus ríos y sus amaneceres; soy feliz porque soy hombre y puedo así disfrutar la amenazante novedad de las mujeres; soy feliz porque ni la enfermedad ni la pobreza ni los políticos me han podido secuestrar la sonrisa. Soy muy feliz a pesar de que sea diciembre, porque he engendrado cuatro hijos que son buenos, inteligentes y felices. Soy feliz porque escribo y porque te escribo, y que conste que lo hago en el frío centro del odioso diciembre.


¿Qué tal durmió? MDCXCV (1695)

El infeliz de MONTIEL.
Cualquier correspondencia con esta columna que es la hora feliz, favor de dirigirla a dehesagerman@gmail.com (D.R.)

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