Si los alumnos mexicanos de primaria y secundaria están reprobados es porque los maestros mismos también están reprobados, el alumno es reflejo del maestro.
Bajo una inédita forma de contratación -anteriormente la costumbre era el favor, la venta o la asignación discrecional de las plazas, 71 mil maestros presentaron examen con la finalidad de concursar por las plazas para enseñar en las áreas de preescolar, primaria y secundaria las materias de español, matemáticas, física, inglés, geografía y biología. La cifra superó el pronóstico, reprobaron 48 mil, lo que equivale a un 67% del total, y sólo aprobaron el examen 23 mil maestros. Dicho de otra forma, dos de cada tres maestros reprobaron.
En consecuencia, no es casual el mediocre desarrollo económico del país, sobre todo si nos comparamos con aquellos países que vieron e invirtieron en la educación para salir de la pobreza. Taiwán, Corea del Sur, Irlanda e incluso Chile, entendieron rápido la lección.
¿Y cómo anda Coahuila en todo esto? ¿Cómo les fue a los maestros coahuilenses? No obstante la cercanía del poder con la educación, el gobernador Humberto Moreira es maestro y su hermano Carlos lidera la Sección 38 del SNTE, en el Estado no se aplicó siquiera la mitad de la prueba, defendieron no ser medidos, evaluados y mucho menos cuestionados por nadie, boicotearon 9 de las 12 sedes donde estaba programado el examen, ni en Saltillo, Monclova, Piedras Negras, Nueva Rosita aplicaron el examen, por eso el informe de la SEP resalta un solitario y vergonzoso asterisco para el caso de Coahuila.
Con candado en mano, los maestros coahuilenses cerraron las sedes para evitar que se realizara el concurso. Algunos medios impresos registraron entre dos y tres mil maestros rebeldes. Sin embargo, el secretario de Educación en el estado, Jaime Castillo, declaró que eran alrededor de 200.
Por años, el Sindicato ha manejado a su arbitrio y discreción el reparto de plazas docentes, sin importar la calidad de la educación, sino los privilegios repartidos y la permanencia en el poder. Finalmente, detrás de esta resistencia al cambio, está la actitud bien arraigada del sentido patrimonial que domina a las instituciones públicas, donde políticos y sindicatos se comportan como si fueran dueños de las mismas.
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