Si las queremos, pero no exageren!
Que los hombres amemos a las cabronas, no tiene nada de extraño. No tiene nada de sorprendente cuando el hombre, consiente de su posición, reconoce que a la mujer se le tiene que conquistar en todos los aspectos de la vida. No son nuestras adversarias aunque así lo quieran ver ellas. Son y serán siempre bien amadas aquellas que se den a desear, que tenga uno que andar atrás de ellas, que nos nieguen algún permisillo, que se emberrinchen porque uno llega tarde, y tambien porque nos celen un poco, pero no exageren, no sean cabronas.
Comprendan que uno tiene que andar en busca del chivo. Que los auditores y supervisores que vienen a nuestras empresas se les tienen que atender después del trabajo y que en las juntas no se nos permite comer ni tomar cerveza, así que como buenos anfitriones que somos por naturaleza los mexicanos, pues los tenemos que atender hasta que los señores estén contentos. Además, quien quite y logremos que una observación se quede ahí, en la mesa del bar. Entiendan que para invitarnos a hacer un negocio NADIE va a ir a buscarnos a la casa, por lo que tenemos que salir a buscarlo a donde están las buenas relaciones y estas NUNCA están en misa o en el Mol. Agradezcan que nos preocupemos por darles una vida mejor a ustedes y a nuestros hijos, no sean cabronas.
Así que la próxima vez que nos pidan dinero para gastarlo en esas obritas de teatro que sirven para alebrestarlas y que nadamas sirven para quitarles el tiempo de lavar, planchar, trapear y hacer de cenar mientras uno llega de atender a tanto malcomido, piénsenlo muy bien, no sean cabronas.
¡Ya me encabrone!